sábado, 8 de diciembre de 2012
El Che Guevara en Corea del Norte
Señor o señora progre bienpensante, háganos un favor a todos y quítese de una vez su camiseta del Che Guevara, su efigie no fue un adorno para niñatos y socialistillos, él no fue un poeta aventurero guay como usted, probablemente, pretende ser. El Che Guevara, por muy largo que llevara el pelo o la barba, no fue un militante de la revolución de las flores sino un comandante de la revolución de las balas. Su ideal de revolución, del que usted pretende apropiarse para darse a si mismo un barniz rebelde autocomplaciente, fue el de una lucha a sangre y fuego contra la libertad de sus enemigos. Sí, lo digo sin pelos en la lengua, al enemigo ni agua, para que muchos seamos libres tenemos que quitarles a otros la libertad para explotarnos y es que cuando nos levantamos no puede ser para darle la mano a quien descansaba sus pies sobre nuestras espaldas. Y todo esto, querido amigo progre de pacotilla, es lo que han hecho pueblos como el cubano, el vietnamita o el coreano (del Norte).
Sus camisetas del Che Guevara no son odiosas por quien aparece en ellas sino porque quien la porta suele tener como ideal de revolución nada más que los porros, el alcohol y el estrechísimo ideal de revolución en que los laboratorios ideológicos del grupo Prisa le permitan a usted soñar.
¿Desea usted una revolución en cada rincón de la Tierra? Pues respete a los revolucionarios que el mismo Guevara tenía en alta estima.
He de reconocer que a mi muchas cosas de Corea del Norte me parecen contradictorias y hasta antisocialistas, pero el que haya hecho una revolución pluscuamperfecta y sin defectos que tire la primera piedra. Y el tonto útil de turno que crea que es revolucionario quemar la casa entera solo porque esta tenga un par de goteras y algo de suciedad, que se cambie la camiseta del Che por otra con el logotipo de la OTAN y se deje de engañar a si mismo y a los demás. Sepa también que Guevara estaba más cerca de Stalin que de Gandhi o Luther King y no nos avergonzamos de esto.
El siguiente texto son las impresiones de Ernesto Guevara durante su viaje a la República Democrática Popular de Corea. Lea más a Guevara y déjese ya de joder con tanto fetichismo:
"De los países socialistas que visitamos personalmente, Corea es uno de los más extraordinarios. Quizás es el que nos impresionara más de todos ellos. Tiene solamente diez millones de habitantes y tiene el tamaño de Cuba, poquito menos, unos ciento diez mil kilómetros cuadrados. La misma extensión territorial que la parte sur de Corea, pero la mitad de habitantes, fue asolado por una guerra tan fantásticamente destructiva que de sus ciudades no quedó nada, y cuando uno dice nada, es nada. Es como los pequeños poblados de guano que Merob Sosa y Sánchez Mosquera y esa gente quemaba aquí, y de los cuales no quedaban nada más que cenizas. Así quedó, por ejemplo, Pyonyang, que es una ciudad de un millón de habitantes. Hoy no se ve un solo resto de toda aquella destrucción, todo es nuevo. El único recuerdo que queda es, en todos los caminos, en todas las carreteras, y en todas las vías férreas, los huecos de las bombas que caían unas al lado de otras.
Ellos me mostraron muchas de las fábricas, todas ellas reconstruidas y otras hechas nuevas, y cada fábrica de esas había soportado entre 30 y 50 mil bombas. Si nosotros nos hacemos una idea de lo que eran 10 ó 12 bombas tiradas alrededor nuestro en la Sierra, que significaba un bombardeo terrible, y había que tener su dosis de valor para aguantar esas bombas, ¡lo que significaban 30 mil bombas tiradas en un espacio de tierra, a veces menor que una caballería!
Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea de los norteamericanos era tan grande, y ya no tenía qué cosa destruir, los aviadores se divertían matando bueyes, matando lo que encontraban. Era, pues, una verdadera orgía de muerte lo que se cernió sobre Corea del Norte durante dos años solamente. En el tercer año aparecieron los Mig-15 y ya la cosa cambió. Pero esos dos años de guerra significaron, quizás, la destrucción sistemática más bárbara que se ha hecho.
Todo lo que se pueda contar de Corea parece mentira. Por ejemplo, en las fotografías se ven gentes con el odio, ese odio de los pueblos cuando llega a la parte mas profunda del ser, que se ve en las fotos de cuevas donde se meten 200, 300 y 400 niños, de una edad de 3 ó 4 años, se asesinan allí con fuego y otras veces con gas. Los descuartizamientos de las gentes, matar a mujeres embarazadas a bayonetazos para hacerle salir el hijo de las entrañas, quemar heridos con lanzallamas… Las cosas más inhumanas que pueda imaginar la mente fueron realizadas por el ejército norteamericano de ocupación. Y llegó casi hasta el confín de Corea con China, y ocupó, en un momento dado, casi todo el país. Sumado a eso que en la retirada lo destruían todo, podemos decir que Corea del Norte es un país que se hizo de muertes. Naturalmente, recibió la ayuda de los países socialistas, sobre todo la ayuda de la Unión Soviética, en una forma generosa y amplísima. Pero lo que más impresiona es el espíritu de ese pueblo. Es un pueblo que salió de todo esto tras una dominación japonesa de treinta años, de una lucha violenta contra la dominación japonesa, sin tener siquiera un alfabeto. Es decir, que era de los pueblos más atrasados del mundo en ese sentido. Hoy tiene una literatura y una cultura nacionales, y un orden nacional y un desarrollo ilimitado, prácticamente, de la cultura. Tienen enseñanza secundaria, que allá es hasta el noveno grado, obligatoria para todo el mundo.
Tiene en toda la industria el problema que ojalá nosotros tuviéramos hoy -que tendremos dentro de 2 o 3 años-, que es el problema de la falta de mano de obra. Corea está mecanizando aceleradamente toda la agricultura para lograr mano de obra y poder realizar sus planes, y también está preparándose para llevar a los hermanos de Corea del Sur el producto de fábricas de tejidos y otras, para ayudarlos a sobrellevar el peso de la dominación colonial norteamericana.
Es, realmente, el ejemplo de un país que gracias a un sistema y a dirigentes extraordinarios, como es el mariscal Kim II-Sung, ha podido salir de las desgracias más grandes para ser hoy un país industrializado. Corea del Norte podría ser para cualquiera aquí en Cuba, el símbolo de uno de los tantos países atrasados del Asia. Sin embargo, nosotros le vendemos un azúcar semielaborado como es el azúcar crudo, y otros productos aún sin elaborar, como es el henequén, y ellos nos venden tornos fresadores, toda clase de maquinaria, maquinaria de minas, es decir, productos que necesitan una alta capacidad técnica para producirlos. Por eso es uno de los países que nos entusiasma más."
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