lunes, 5 de noviembre de 2012
Solidarność, un sindicato patronal que destruyó a la clase obrera polaca
Reproduzco a continuación un texto interesante que a modo de breve aproximación nos acerca al tema de la caída del socialismo en Polonia. Aún así no será ni el primero ni el último pues hay muchas preguntas que me gustaría contestar alguna vez, preguntas que hasta la fecha ningún comunista me ha logrado contestar, tales como ¿qué motivó a la clase obrera polaca a unirse al sindicato Solidaridad, por reaccionario que este fuera, si realmente funcionaba tan bien allí el socialismo?
Espero que algún día los comunistas, que hasta la fecha solo son capaces de ver lo mucho que empeoró la calidad de vida con el fin del socialismo, hagan autocrítica y digan qué demonios funcionó mal allí. No quisiera que el socialismo del futuro cometa los mismos errores si es que los hubo.
texto de José Antonio Egido
tomado del blog Villaverde comunista
Karol Wojtyla alias 'Juan Pablo II' y Lech Walesa, líderes de la contrarrevolución polaca. Hace 25 años, el alto clero católico de Polonia conseguía aglutinar a los diversos sectores de la oposición anticomunista en torno a un grupo de sindicalistas para establecer una línea de ataque frontal al Estado de la Polonia popular. El socialismo había conseguido consolidar su poder en base a otro sector heterogéneo de la población: la intelectualidad judía superviviente de la agresión alemana, el campesinado beneficiado por la reforma agraria, los pocos comunistas y socialistas de izquierda que no fueron asesinados por los alemanes, los sectores obreros influenciados por el Partido Comunista e incluso un sector católico popular y progresista leal al régimen popular.
Lo que aparentemente era un sindicato obrero que reclamaba mejoras sociales legítimas y que organizaba huelgas, en realidad era otra cosa. Los intelectuales laicos (algunos miembros del ala de derechas del partido en el poder llamado Partido Obrero Unificado de Polonia --POUP) y sobre todo católicos al servicio de la jerarquía eclesiástica que fueron el cerebro de la operación acertaron poniendo formalmente al frente de ese seudosindicato un electricista, padre de familia numerosa, devoto católico, sumiso ante las órdenes eclesiásticas y con dotes de demagogo. Este electricista representaba socialmente a los sectores campesinos dominados por la ideología católica que se habían proletarizado como consecuencia del vigoroso desarrollo industrial impulsado por el POUP tras la guerra. Su padre fue un pequeño propietario agrícola y su abuelo un soldado de las tropas del caudillo nacionalista y dictador reaccionario Pilsudksi que siempre fue el modelo político del electricista en cuestión, de apellido Walesa.
Jugando hábilmente con los errores e incapacidades del gobierno comunista, con su burocratismo y con la ausencia de sólida formación política de los obreros y campesinos, esta estructura logró afiliar a 10 millones de trabajadores en 1980 y desestabilizar el régimen popular con sus huelgas y algaradas callejeras. Una vez que quedó claro que los intereses materiales de las masas populares no eran más que una excusa para liquidar el poder popular y devolver las tierras y bienes a la Iglesia y a la antigua burguesía, nueve millones de personas se desafiliaron y se desentendieron del grupo llamado Solidarność.
En torno a la contrarrevolución en Polonia se aglutinó una alianza de fuerzas poderosas que incluía todas las agencias de las administraciones norteamericana de Reagan y británica de la Thatcher, los monopolios privados norteamericanos, el Vaticano de Juan Pablo II, la segunda internacional y los sindicatos libres. Estas fuerzas enviaron a su "criatura" Solidarność enormes sumas de dinero y todo tipo de equipamiento además de instrucciones técnicas y orientaciones políticas.
Pero el socialismo resistió con éxito. Un Comité de Salvación Nacional puso fuera de combate desde diciembre de 1981 a los núcleos de anticomunistas profesionales. La situación se estabilizó y Solidarność fue abandonada por sus afiliados. Polonia siguió siendo socialista y lo hubiera seguido siendo de no ser por la famosa perestroika gorbachoviana. Como señala el filósofo polaco Adam Schaff, Solidarność nunca conquistó el poder, sino que fue la camarilla moscovita de Gorbachov la que obligó al POUP a entregárselo gentilmente en 1989.
Desde el Gobierno, la vieja burguesía clerical polaca, reforzada por comunistas arrepentidos como Jacek Kuron, liquidó la economía socialista, privatizó las empresas públicas y las vendió a precio de ganga al capital extranjero, envió al paro a la mayoría de los obreros industriales e hizo de Polonia un peón fiel del imperialismo norteamericano que colabora con la ocupación de Iraq. La Iglesia Católica recuperó enormes bienes y tierras, se hizo con el control de la educación, consiguió privilegios políticos y liquidó derechos de las mujeres.
Para los nuevos ricos y para la vieja burguesía expropiada, para los obispos y para los banqueros norteamericanos Polonia es un país ejemplar. Para la mayoría popular Polonia es un sitio en el que no se puede vivir y la única alternativa para escapar a la pobreza es la emigración.
25 años después, ¿donde está la "revolución" de "verdadero socialismo" que nos prometían las corrientes trotskistas y socialdemócratas que apoyaron con entusiasmo al grupo de Walesa?.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¿Un sindicato patronal en un país comunista? ¡No tiene sentido! ¿Quién era la "patronal"?
ResponderEliminar